MINERÍA: ¿VALE EL RIESGO?

En el desarrollo y avance económico de una nación influyen muchos aspectos, entre ellos el envío de bienes o servicios hacia otros países. En marzo de este año se exportaron 3.209,6 millones de dólares, con lo cual se registró un crecimiento que no se presentaba para ese periodo desde el 2011. (El Tiempo. 2017). Todo esto gracias a que las exportaciones -principalmente- de petróleo, carbón, café y oro aumentaron. Como vemos, entre los fuertes en Colombia –aparte del crudo refinado y de su exquisito café- se encuentra la minería, una actividad que deja ingresos pero a un costo (ambiental) muy alto.

Los ejemplos no se hacen esperar, en Cómbita, Boyacá la explotación se presentaba como un gran riesgo para las fuentes hídricas de la vereda El Carmen; aun así, y sin importar las clemencias de sus habitantes, se dio licencia para realizar dicha actividad, lo cual conllevó a la total desaparición de los nacimientos de agua existentes anteriormente en el sector explotado. Pero lo más preocupante es que la exploración fue hecha en una zona no autorizada, por lo cual el dueño pagara la insignificante suma de 5 millones de pesos y como si esto fuera poco, podrá explorar el terreno al cual se le dio la licencia inicialmente.

Otro caso que ha dado mucho de qué hablar en nuestro departamento, es el Páramo de Santurbán, pues varias multinacionales le han puesto el ojo y han tramitado licencias para la explotación de oro, afortunadamente no ha sido posible que estas  empresas efectúen dichas actividades. Sin embargo estas compañías han sido muy obstinadas, al punto de que hoy en día Minesa esté tratando de extraer el oro del páramo. Lo cual genera bastante preocupación tanto de los ambientalistas como de la sociedad. Puesto que “Esos proyectos de pronto son controlables en lugares donde no hay nacimientos de agua tan importantes como páramos y áreas protegidas. Pero otorgar permisos ahí tan cerca es muy delicado porque son ecosistemas muy sensibles”, dijo Jairo Puentes, ingeniero químico del Comité para la Defensa del Agua y el Páramo de Santurbán y el Movimiento Cívico Conciencia Ciudadana.’ (La silla vacía. 2017)

Por otra parte, la realización de actividades mineras aceleraría la formación de aguas -subterráneas y superficiales- ácidas, ya que la extracción de oro genera gran proporción de residuos como desechos rocosos mineralizados con metales, los cuales se relacionan con la acidificación de aguas. Además las montañas del páramo aparte de contener oro, poseen altas concentraciones de azufre, arsénico, uranio y mercurio, lo cual afectaría la calidad y cantidad de agua, y así mismo la salud de los habitantes del Área Metropolitana de Bucaramanga; ya que el acueducto se alimenta de los afluentes de la parte más baja de la montaña. Lo cual conllevaría a que el agua contaminada llegue a las viviendas o a un posible desabastecimiento. Así mismo se necesita de una vasta cantidad de agua para tratar los minerales que contienen el oro. Y así conseguir el metal que estas compañías tanto desean.


Todo esto me lleva a pensar: ¿Vale más una compensación monetaria al bienestar ambiental y a tener paisajes intactos? Sobre todo cuando la compensación recibida no se iguala a la devastación producida, ya que estas empresas –mayoritariamente extranjeras- no cumplen las condiciones con las que deberían entregar y/o recuperar el suelo utilizado -o al menos ayudar-. Y lo que le liquidan a la nación no es nada comparado con lo las grandes ganancias que ellos tendrán en el bolsillo una vez destruida nuestra naturaleza.


 “La muerte de este tesoro no se puede olvidar” -Hernando Rodríguez, campesino afectado.

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